25 No hubo antes de él ningún rey que se volviera como él a Yahveh,
con todo su corazón, con toda su alma y con toda su fuerza, según toda la
ley de Moisés, ni después de él se ha levantado nadie como él.
26 Sin embargo, Yahveh no se volvió del ardor de su gran cólera que
se había encendido contra Judá por todas las irritaciones con que le había
irritado Manasés.
27 Yahveh había dicho: «También a Judá apartaré de mi presencia,
como he apartado a Israel, y rechazaré a esta ciudad que había elegido, a
Jerusalén y a la Casa de que había dicho: Mi Nombre estará en ella.»
28 El resto de los hechos de Josías, todo cuanto hizo ¿no está escrito
en el libro de los Anales de los reyes de Judá?
29 En sus días subió el Faraón Nekó, rey de Egipto, hacia el rey de
Asiria, junto al río Eufrates. Fue el rey Josías a su encuentro, pero Nekó le
mató en Meguiddó en cuanto le vio.
30 Sus servidores trasladaron en carro el cadáver desde Meguiddó,
llegaron a Jerusalén y lo sepultaron en su sepulcro. El pueblo de la tierra
tomó a Joacaz, hijo de Josías, y le ungieron y proclamaron rey, en lugar de
su padre.
31 Joacaz tenía veintitrés años cuando comenzó a reinar y reinó tres
meses en Jerusalén; el nombre de su madre era Jamital, hija de Jeremías, de
Libná.
32 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, enteramente como le habían
hecho sus padres.
33 El Faraón Nekó lo encadenó en Riblá, en el país de Jamat, para que
no reinara más en Jerusalén y puso un impuesto al país de cien talentos de
plata y diez talentos de oro.
34 El faraón Nekó puso por rey a Elyaquim, hijo de Josías, en lugar de
su padre Josías, y le cambió el nombre en Yoyaquim. Cuando a Joacaz, le
tomó y le llevó a Egipto, donde murió.